Integración del control biológico en estrategias de manejo integrado de plagas (MIP)
El control biológico despliega todo su potencial cuando se integra en un enfoque de manejo integrado de plagas, combinando distintas herramientas de forma compatible. En explotaciones de frutal de pepita en el valle del Ebro, por ejemplo, se coordinan liberaciones de parasitoides de pulgón con bandas de cartón corrugado para capturar larvas invernantes de carpocapsa, manejo de cubierta vegetal para favorecer enemigos naturales y tratamientos puntuales de productos de bajo impacto cuando se superan umbrales económicos.
Esta integración exige un seguimiento sistemático de las poblaciones de plaga y fauna auxiliar. El agricultor o la técnica de campo no solo anota el número de individuos de la plaga por hoja o por trampa, sino también la presencia de momias parasitadas, larvas depredadoras y huevos predados. Esta información permite ajustar la frecuencia de las sueltas, decidir si es necesario un apoyo con productos compatibles y evitar intervenciones innecesarias que puedan desequilibrar el sistema.
Coordinación con tratamientos fitosanitarios de bajo impacto
En muchas fincas de hortícolas bajo plástico en el sudeste peninsular se ha generalizado el uso de insecticidas selectivos y formulados microbiológicos (como Bacillus thuringiensis o virus de la granulosis) que respetan en gran medida a los auxiliares. La clave está en elegir materias activas y momentos de aplicación que minimicen el daño sobre depredadores y parasitoides. Por ejemplo, se evita tratar en las horas de máxima actividad de los polinizadores y se priorizan formulaciones de contacto o ingestión con escasa persistencia en el cultivo.
En olivar de secano, donde el margen económico por hectárea es más ajustado, se combinan prácticas culturales (labores superficiales, manejo de restos de poda, control del vigor) con la conservación de setos y manchas de vegetación natural que sirven de refugio a crisopas, sírfidos y arácnidos depredadores. Cuando es imprescindible intervenir contra la mosca del olivo, se recurre a cebos proteicos localizados o a tratamientos a parcheo, reduciendo la superficie tratada y preservando la fauna útil en el resto de la parcela.
Ejemplos prácticos en distintos sistemas agrarios españoles
Invernaderos de pimiento en el litoral mediterráneo
En los invernaderos de pimiento del sureste, el control biológico frente a trips y mosca blanca se ha convertido en una práctica habitual. Un esquema frecuente consiste en introducir ácaros depredadores en las primeras fases del cultivo, antes de que la plaga sea visible, y reforzar con sueltas de Orius spp. cuando se detectan los primeros daños en flor. La presencia de bandas florales en los márgenes de los invernaderos proporciona polen y néctar, lo que mejora la instalación y persistencia de estos enemigos naturales.
En una explotación familiar de 1,5 hectáreas, la transición se hizo de forma gradual: primero se redujo el número de tratamientos químicos, después se sustituyeron las materias activas más agresivas por productos compatibles y, finalmente, se introdujeron los auxiliares. Tras dos campañas de ajuste, el agricultor logró estabilizar las poblaciones de plaga con menos intervenciones y una mejora notable en la calidad del fruto, reduciendo los rechazos en almacén por residuos.
Viñedo de secano en la Meseta Norte
En viñedos de clima continental, la presión de polilla del racimo y ácaros fitófagos puede variar mucho de un año a otro. Algunas bodegas han optado por combinar confusión sexual para la polilla con la conservación de enemigos naturales mediante cubiertas vegetales espontáneas. La presencia de flores silvestres a lo largo de la primavera favorece poblaciones estables de himenópteros parasitoides y depredadores generalistas que ayudan a contener brotes de plagas secundarias.
Un caso ilustrativo es el de una cooperativa que decidió dejar de aplicar insecticidas de amplio espectro en prefloración. El primer año se observó un ligero aumento de daños en hojas, pero a partir del segundo se consolidó una comunidad de fauna auxiliar más diversa. Los muestreos con aspirador entomológico mostraron un incremento significativo de arácnidos depredadores y coccinélidos, lo que permitió reducir a la mitad los tratamientos insecticidas sin pérdida de producción comercializable.
Aspectos económicos y de gestión en la adopción del control biológico
La decisión de incorporar control biológico no es solo técnica, también económica y organizativa. En cultivos intensivos con alto valor por hectárea, como hortícolas bajo plástico o frutos rojos, el coste inicial de las sueltas comerciales se compensa con rapidez si se logra disminuir el número de tratamientos químicos, reducir mermas y acceder a mercados que valoran la producción con menor carga de residuos.
En explotaciones extensivas de cereal o leguminosas, el enfoque suele ser distinto: se prioriza la conservación de enemigos naturales autóctonos mediante infraestructuras ecológicas (linderos, islas de vegetación, charcas) y un uso muy restringido de insecticidas. El beneficio económico se materializa a medio plazo, al estabilizarse las poblaciones de plagas clave y reducirse la necesidad de intervenciones de choque en campañas puntuales.
Planificación y registro de resultados
La experiencia de campo muestra que los mejores resultados se obtienen cuando el control biológico se planifica con antelación y se documenta de forma sistemática. Elaborar un calendario de sueltas, registrar fechas, dosis, condiciones climáticas y respuesta de la plaga permite ajustar la estrategia campaña tras campaña. En algunas cooperativas, estos datos se comparten entre socios, generando una base de conocimiento colectivo adaptada a la realidad local.
Este enfoque de registro también ayuda a valorar económicamente la estrategia: se pueden comparar los costes de auxiliares, monitoreo y tratamientos complementarios con los de campañas anteriores basadas en insecticidas de síntesis, considerando no solo el gasto directo, sino también las pérdidas de producción por daños de plaga y los posibles descuentos en almacén por residuos o problemas de calidad.
Errores frecuentes y aprendizajes en la práctica del control biológico
Subestimar la importancia del momento de introducción
Uno de los fallos más habituales es introducir los enemigos naturales cuando la plaga ya ha superado el umbral de daño. En cultivos de tomate bajo abrigo, por ejemplo, liberar parasitoides de mosca blanca cuando las hojas presentan ya un alto porcentaje de infestación suele conducir a resultados decepcionantes. El aprendizaje recurrente es que el control biológico funciona mejor de forma preventiva o en fases muy tempranas de la infestación, cuando las poblaciones de plaga aún son manejables.
Compatibilidad insuficiente con otras prácticas de la finca
Otro error frecuente es no revisar el resto de prácticas de la explotación. De poco sirve introducir depredadores si se mantienen tratamientos herbicidas que eliminan toda la flora arvense de los márgenes, o si se realizan labores que destruyen sistemáticamente los refugios invernantes de la fauna útil. La experiencia en zonas de frutal de hueso muestra que pequeñas modificaciones, como dejar franjas sin segar o retrasar determinadas labores, pueden marcar la diferencia en la supervivencia de los auxiliares.
Expectativas irreales sobre la rapidez de los resultados
El control biológico rara vez ofrece una respuesta inmediata comparable a la de un insecticida de choque. En algunas explotaciones que han iniciado la transición, la impaciencia ha llevado a abandonar la estrategia tras la primera campaña. Sin embargo, los datos de fincas que han mantenido el enfoque durante varios años indican que la estabilidad de las poblaciones y la reducción de costes se consolidan a medio plazo, cuando el sistema ecológico del cultivo se ha reequilibrado.